martes, 17 de agosto de 2010

Qué Puedes Hacer por la Iglesia

Hechos 2:41-47

INTRODUCCIÓN
En una ocasión, el famoso presidente de los estados Unidos, John F. Kennedy, dijo estas palabras al pueblo norteamericano: “No te preguntes qué es lo que tu país puede hacer por ti; más bien pregúntate qué es lo que tú puedes hacer por tu país.”
Creo que estas palabras pueden ser aplicadas en su totalidad a la relación entre el creyente y la iglesia. Estamos acostumbrados a preguntarnos: “¿Qué es lo que yo puedo obtener de la iglesia? ¿Qué es lo que los demás pueden hacer por mí”. Desarrollamos una mentalidad de consumidor y no de proveedor. Y esta actitud es altamente peligrosa, pues lleva necesariamente a la inactividad, a una pasividad, a ser mero espectador de lo que sucede en la iglesia. Y en mi tiempo como pastor he visto cómo estas personas que están esperando más ser servidos que servir, comienzan -extrañamente- a no sentirse parte de la iglesia, están siempre a la defensiva, empiezan a buscar y criticar los defectos en ella, y finalmente terminan saliéndose, molestos con ella, o con una sincera tristeza de hacer algo que no quieren.
No es que no haya razones bíblicas para salirse de una iglesia local; (muchas de esas razones no tienen base bíblica; tema que abordaré en otra ocasión) sino que la indisposición a servir conduce a un estado de ociosidad que termina alejándonos de la iglesia.
Así que: ¿qué puedes tú hacer por una iglesia local como ésta? ¿Cómo puedes ser de bendición para la iglesia de Cristo? ¿Cómo expresar de manera concreta el amor que dices tener por ella? Vayamos a la Palabra del Señor, a un pasaje conocido en el libro de los Hechos de los apóstoles, que nos informa de la vida y la obra de los primeros cristianos en Jerusalén. Capítulo 2:41 hasta el final del capítulo. En estos días, el Señor Jesús tenía unos 10 días de haber ascendido al cielo, y sus discípulos continuaban el trabajo que el Señor les había encomendado.
Después de leer estas palabras, podemos apreciar cuál debe ser nuestra relación con la iglesia: los discípulos estaban comprometidos con la iglesia en cuerpo y alma. Tú, al igual que ellos, TU COMPROMISO CON LA IGLESIA DEBE SER EN CUERPO Y ALMA.
Esa es la mejor manera de ser de bendición a la iglesia. No sirve tanto lo mucho que digas apreciar de la iglesia, si no te comprometes en cuerpo y alma con ella. Hay mucha gente que dice que le importa la iglesia. Es fácil hacerlo. Demostrarlo con un compromiso en cuerpo y alma es otra cosa muy diferente. Veamos más de cerca esta enseñanza.

I. INTÉGRATE FORMALMENTE A LA IGLESIA. VR. 41, 47.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Vs. 47 Y el Señor añadía diariamente a la iglesia los que habían de ser salvos.

Mira el proceso natural que seguían los cristianos: recibieron su palabra (creyeron el evangelio) se bautizaban (daban testimonio de su fe y se identificaban públicamente con la iglesia) y eran añadidos (se integraban).
¿Quiénes fueron los que se añadieron? Los que recibieron la Palabra de Dios, los que habían entendido la necesidad de vivir en obediencia a Dios, los que habían entendido la gracia de Dios al salvarlos. El siguiente paso, después de entrar a una nueva relación con Dios era entrar en una relación con su nueva familia. Como dije anteriormente, la iglesia es nuevo hábitat del creyente para poder desarrollarse como un hijo de Dios. La iglesia es la comunidad en donde Dios quiere que crezcas, te protejas, te nutras y te prepares para servir.
Si eres un creyente, tu siguiente paso es bautizarte. Si eres un cristiano y ya te has bautizado, asistes a esta iglesia, pero no te has hecho miembro, te aconsejo que des los pasos para integrarte formalmente.

II. MANTENTE FIEL A LA COMUNIÓN CON LA IGLESIA. VR. 42-45
El pasaje dice que los miembros de la primera iglesia cristiana se mantenían fieles a su compromiso adquirido con su nueva familia espiritual. Dice el vr. 42 que PERSEVERABAN (e.d., persistían, continuaban, permanecían). En otras palabras, se esforzaban por mantenerse integrados a la iglesia. Como decimos en la actualidad: se ponían la camiseta del equipo.
En nuestros tiempos la lealtad -o la fidelidad- a algo es una especia en vías de extinción. La gente de antes estaba vendida a su equipo deportivo, a su tienda o marca comercial, etc. Hoy la gente cambia con suma facilidad. Habiendo tantas opciones, es fácil cambiar de lealtad.
El problema en la fidelidad radica en que necesariamente tenemos que renunciar a otros compromisos, o que debemos estar listos para rechazar cualquier otro compormiso que ponga en riesgo el que ya hemos adquirido. Por más atractivo que se vea, o sin importar si nos parece mejor, nuestra lealtad con la iglesia del Señor debe ser vista como un compromiso de primordial importancia, que predomina sobre otros.

¿Cómo se debe ver esa fidelidad al compromiso con la iglesia? Veamos el ejemplo de los primeros cristianos:
A. Aprendiendo juntos la Palabra : “perseveraban en la doctrina… de los apóstoles…” La recibían con confianza, no dudando, aunque esto también incluía el verificar con la Palabra su enseñanza.
B. Siguiendo la dirección de los líderes (no su voluntad): “perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” Aquí está el tipo de autoridad que tenemos los pastores: una autoridad basada en la autoridad de la Palabra. No es la persona en sí, sino el consejo, la perspectiva basada en un entendimiento claro de la Palabra de Dios.
C. Pasando tiempo juntos: “perseveraban… en la comunión unos con otros… todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas… partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.” El acercarse, el buscarse, el convivir juntos.
D. Usando sus recursos para el bienestar material: “… y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno”. En unos capítulos más adelante se dice que “…no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.” Hechos 4:34,35.
E. Desarrollando los dones y habilidades: “y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles.” Dios había dado a sus discípulos capacidades especiales para servir, y aquí los vemos predicar (Pedro, vr. 14) enseñar, administrar los bienes materiales (Cap. 6) y también haciendo señales espectaculares para demostrar que era el poder de Dios lo que estaba obrando en aquellos días.
F. Adorando en comunidad: “perseveraban en el partimiento del pan y en las oraciones… perseverando unánimes cada día en el templo… alabando a Dios…”

III. VIVE EL EVANGELIO COMO REPRESENTANTE DE LA IGLESIA VR. 47B
“…teniendo favor con todo el pueblo.”

La Biblia al Día dice: “… y disfrutando de la estimación general del pueblo.”
En términos amplios, sólo hay una manera de gozar de la estimación general de los no cristianos: viviendo entre ellos con honestidad. Nuestros primeros hermanos vivían intensamente el evangelio tanto dentro como fuera de la comunidad cristiana. Es verdad que hubo persecución contra la iglesia, pero nunca vino del pueblo directamente, sino de los líderes religiosos, de los enemigos del Señor.
Podemos ser de bendición a nuestra iglesia vivivendo el evangelio de manera transparente con las personas que convivimos a diario. Un buen testimonio con los que no conocen al Señor es una herramienta poderosa que no debemos perder de vista.
Sabemos que no siempre el evangelio es aceptado por los no creyentes; eso es verdad; pero también es verdad que un testimonio deficiente frente a los incrédulos se convierte en un obstáculo más para que vengan a conocer la verdad. No usemos la incredulidad de los inconversos para justificar nuestro mal testimonio. A veces:
1. No les mostramos una vida diferente: usamos el mismo vocabulario inapropiado de ellos, tenemos las mismas opciones cuestionables de entretenimiento, practicamos sus mismos vicios, etc. Somos tan como ellos que no alcanzan a ver una diferencia sensible. Los incrédulos podrían decirnos como aquella canción: “Te pareces tanto a mí, que no puedes engañarme”
2. No mostramos dominio propio en nuestra relación con ellos: discutimos, competimos inadecuadamente, nos peleamos, los agredimos y nos alejamos de ellos. Casi casi somos enemigos.
3. No somos diligentes en nuestros responsabilidades con ellos: no somos responsables en los compromisos de trabajo (mal hecho, retraso), la escuela (malos estudiantes) o la familia (no visitar a la familia … ¡sobre todo la política!, no ayudarlos económicamente, etc.)
4. Somos indiferentes a sus necesidades: no nos acercamos cuando están en problemas, somos más condenadores que canales de gracia. Cuando no hacemos el intento de conectarnos, de acercamos a los vecinos, a los conocidos.
5. Somos irrepetuosos de su privacidad: somos confianzudos, aprovechados, etc.

Pocas cosas hacen tanto daño a la obra de Dios como un cristiano que compromete el evangelio con una conducta y un estilo de vida en contra de la Palabra de Dios. Por otro lado, pocas cosas son tan poderosas para alcanzar a otros como una vida de buen testimonio con los de afuera.
Puedes ser de enorme bendición cuando te ves a ti mismo como un representante de la iglesia del Señor; cuando piensas que tus acciones, decisiones, actitudes no sólo afectan tu reputación como un cristiano, sino como un representante del nuevo pueblo de Dios.

“No te preguntes qué es lo que la iglesia puede hacer por ti; más bien pregúntate qué es lo que tú puedes hacer por la iglesia.”

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