miércoles, 26 de mayo de 2010

La Cruz y el Amor de Dios


1 Juan 4:9-11
¿Alguna vez has dudado del amor de Dios? ¿Alguna vez has llegado a considerar seriamente si de verdad Dios te ama, o si de verdad Dios nos ama?
¿Cómo entender, pues, eventos que han atraído la atención de todo el mundo, como los recientes terremotos que azotaron al país de Haití, donde según datos oficiales, murieron más de 100 mil personas? ¿O los ataques terroristas de aquel 11 de septiembre de 2001? ¿O aquel incendio en una guardería en Hermosillo Sonora (México) donde murieron 41 niños de entre 11 meses y los 4 años quemados o ahogados?
Sin embargo, no es necesario leer estas noticias para hacerse esta pregunta; basta revisar el dolor o el sufrimiento en tu propia vida para cuestionarnos si Dios verdaderamente es amor:

* Quizá has sufrido muchas injusticias a lo largo de tu vida
* Quizá alguien te hizo perder mucho dinero
* Posiblemente has estado enfrentando decepción tras decepción
* Quizá tu salud no mejora a pesar de todo lo que has intentado
* Quizá tus esfuerzos en conseguir bienes materiales no han sido suficientes
* Quizá hayas experimentado alguna tragedia

Es inevitable que cuando enfrentamos situaciones como éstas, reconsideremos el asunto del amor de Dios. Todas estas y muchas otras más son el terreno propicio donde surge y crece la duda acerca si Dios en realidad ES amor. O al menos, es el terreno para quedar confundidos y con más preguntas que respuestas. Este asunto es de vital importancia por las repercusiones que tienen en nuestras vidas. Vivir constantemente con la duda del amor de Dios nos posiciona en arenas movedizas:
-Podemos pensar que tenemos derecho de estar enojados con él y vivir alejados de Él. Mucha gente en este mundo no quiere saber nada de Dios, porque, a su juicio, él no le ha mostrado amor.
-Es posible que no veamos el sentido de hacer lo correcto. Después de todo, ¿cuál es la razón para obedecer a un Dios que no nos ama?
-Es posible que vivamos justificando nuestra rudeza, nuestra amargura y rencor contra los demás.

Como podemos ver, lo que creamos acerca del amor de Dios en nuestras vidas tiene un impacto directo en nuestra relación con Él y con los demás. Por eso necesitamos escuchar con mucha atención la bendita Palabra de Dios. En ella encontramos la respuesta a nuestras inquietudes más importantes. Dios no quiere que vivamos engañados o confundidos acerca de su amor y nos muestra con claridad lo que él piensa al respecto. Veamos con detenimiento esta porción de las Escrituras para encontramos con una enseñanza alentadora: No hay mayor prueba del amor de Dios que la cruz.

I. EL AMOR DE DIOS ES UNA REALIDAD EN LA QUE PUEDES DESCANSAR (9a y 10a)
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros… En esto consiste el amor…

Miremos lo que dice el apóstol Juan: dos veces nos menciona el hecho de que Dios nos ama, de que Dios es amor, para que no nos quepa la duda. Nos debe bastar con que Dios nos lo diga. El amor de Dios es un hecho cierto, de modo que lo único que nos toca hacer es creerle y vivir confiados en esa verdad.
Lamentablemente, esa no es nuestra respuesta; en lugar de eso, observamos las circunstancias, ya sea en nuestras propias vidas o en las de los demás y sacamos malas conclusiones: "Dios no me ama como tanto se presume en la Biblia."
Somos más prontos para escuchar las mentiras de nuestro corazón que para creer las palabras de Dios como están escritas en las Escrituras. Nunca debemos dejarnos llevar por los impulsos de nuestro corazón, pues la Biblia misma nos enseña que es engañoso más que todas las cosas (Jer. 17:9). Y es precisamente esta realidad invasora de un Dios amoroso lo que debe guiar nuestro entendimiento de todo cuanto sucede en nuestra propia vida y lo que sucede a nuestro alrededor.
Gracias a Dios, -hasta ahora- no necesito lentes para leer. Lo único que debo hacer es alejar un poco lo que necesito leer. Pero otros sí necesitan usar lentes. Los lentes les permiten ver con claridad las palabras, enfocar la imagen y así entender correctamente lo que están leyendo. De igual forma, no podemos darnos el lujo de leer las malas noticias de este mundo o de nuestras propias vidas sin los lentes de esta realidad de que Dios, a pesar de lo que sucede en este mundo o en nuestras vidas, sigue siendo amor. Dios Es amor por la sencilla razón de que él DICE que es amor.
Si lo pensamos bien, se trata de una experiencia de fe; pues nuestros sentidos nos pueden engañar al considerar el sufrimiento y el dolor que vemos a nuestro alrededor. No tenemos que vivir esclavizados o engañados por lo que nos dicte el corazón o por las conclusiones equivocadas de las personas. La realidad del amor de Dios no depende de las noticias de los periódicos. Depende de lo que él mismo nos dice.
Sin embargo, hay más que observar para comprender esta realidad del amor de Dios…

II. EL AMOR DE DIOS TIENE SU EXPRESIÓN MÁXIMA EN LA MUERTE DE CRISTO (9b y 10b)
… en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él… él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.

Este es uno de los pasajes más categóricos de toda la Biblia: No hay mayor muestra del amor de Dios por las personas que la Cruz del calvario adonde Cristo Jesús fue a morir por nuestros pecados hace más de 2 mil años. Como dice un conocido comercial en TV: "No hay, no existe."
Pero ¿por qué el amor de Dios tiene como máxima expresión la muerte de Cristo? ¿Por qué la muestra más grande del amor de Dios no consiste en…
* impedir el maltrato a tanta gente inocente?
* evitar grandes tragedias?
* acabar con el hambre de la gente pobre?
* acabar con las enfermedades que cortan la vida de mucha gente?
* evitar los fenómenos naturales que traen tanta desgracia?
En pocas palabras, ¿por qué -si Dios es amor- no acaba con la maldad y el sufrimiento que vemos en el mundo? En realidad, no se trata de una respuesta fácil. Existen muchos lados en la respuesta. Sin embargo, podemos responder según lo que tenemos en estos versículos.
Se dice que “A grandes males, grandes remedios”. Nuestro mayor problema NO es el sufrimiento, ni la ignorancia, ni la enfermedad, ni la pobreza. Nuestro más grande problema está dentro de nosotros mismos: nos hemos rebelado contra Dios y merecemos morir; merecemos el castigo justo por nuestras faltas. Dios nos creó para que vivamos en obediencia a Sus mandamientos, pero nosotros hemos decidido vivir haciendo nuestra voluntad, por encima de la de Dios. La Biblia dice que la IRA de Dios está sobre la cabeza de todo aquel que no ha venido a él en sincero arrepentimiento y fe (Juan 3:36). La paga por nuestro pecado es la muerte eterna (Rom. 6:23). Ése es nuestro verdadero y mayor problema como seres humanos.
¿Qué ha hecho Dios al respecto? Como leemos en estos versículos, Dios envió a su Hijo para morir como un sacrificio en nuestro lugar. La palabra propiciación quiere decir que para que la ira de Dios se aplaque es necesaria la muerte de Cristo, como el pago perfecto y completo por nuestras faltas. Esa es la solución para que podamos estar en paz con Dios: el sacrificio de Cristo en la cruz. Esa solución nos garantiza la esperanza de la vida eterna, el gozo de una nueva vida reconciliada con él si nos arrepentimos y nos rendimos al gobierno de Jesucristo en nuestras vidas. Es por eso que la MAYOR muestra de su amor por nosotros es el sacrificio de Cristo.
Así que, Dios NO nos amaría de verdad si solamente solucionara todos los males que nos aquejan en esta vida y no hubiera enviado a su Hijo a morir por nosotros. Tendríamos una vida terrenal sin complicaciones, pero pasaríamos toda la eternidad lejos de él. Eso sí sería la PEOR muestra de indiferencia y odio que pudiéramos conocer de Dios.
Por eso, el enfoque del amor de Dios está en la salvación de nuestras almas, ANTES QUE las condiciones externas de este mundo, que un día llegarán a su fin, cuando Cristo venga de nuevo y su justicia corrija todos los males que aquejan nuestro mundo. Por eso, No hay mayor prueba del amor de Dios que la cruz.
Finalmente, este amor que es una realidad ineludible y que vemos manifestada a lo máximo en el Calvario tiene implicaciones directas en nuestra vida diaria. En otras palabras, ¿cómo debe afectarnos en nuestro diario vivir? Miremos el vr. 11

III. EL AMOR DE DIOS ES LA RAZÓN PARA TRATAR CON AMOR A LOS DEMÁS (Vr. 11)
Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.

Esta es la conclusión y la aplicación más lógica de esta enseñanza. Está en forma de ley de causa y efecto. Lo que nos dicen estos versículos es que el amor máximo de Dios por nosotros en la cruz tiene que reflejarse con toda claridad en nuestro trato a los demás, INDEPENDIENTEMENTE de si los demás nos aman o no. No existe ninguna excusa que justifique nuestra falta de amor a los demás. Muchos de nosotros vivimos nadando en el océano de la amargura, del rencor, del alejamiento y de la falta de amor a ciertas personas debido a lo que nos han hecho en el pasado.
Pero la Biblia nos dice que si alguien ha recibido el perdón de sus pecados por la fe en Jesucristo, también ha experimentado el amor de Dios a su máxima potencia y por lo tanto puede tratar a las personas con ese mismo amor que perdona, que restaura y que nos acerca.
Pensemos por un momento que todos los sufrimientos indescriptibles que Jesús experimentó en su agonía del Calvario fue debido a su amor por nosotros. Así que Dios no espera otra cosa menos que ese amor hacia su prójimo. No esperes a que las engañosas pantallas de tu radar de amor te indiquen si debes amar o no; mira la cruz y decide amar; si eres un creyente en Cristo Jesús, el amor de Dios ha sido derramado en gran manera en tu corazón (Rom. 5:5).
¿A quién te cuesta hoy más trabajo amar? ¿Vas a seguir levantando esa pared que te mantiene alejado de esa persona? ¿O vas a decidir mirar la cruz y recibir la fuerza para amarla?
Cuando dudes del amor de Dios, hay un solo lugar al que debes mirar firmemente: la cruz de Cristo. Eso te inyectará confianza y fuerzas en esta vida para amar a Dios y a los demás.

Así que el amor de Dios es una realidad a la que debemos aferrarnos firmemente para caminar en esta vida de modo que obedezcamos a Dios y bendecir a nuestro prójimo. Pero también es cierto que es imposible dar lo que no se tiene. Quizá piensas honestamente que no puedes amar a ciertas personas, y eso puede ser una evidencia de que no hayas experimentado el amor máximo de Dios al perdonar tus pecados. Lo que la Biblia dice es que necesitas venir a Jesucristo en arrepentimiento sincero y depositar toda tu confianza en el sacrificio que él hizo en la cruz. Clama a él con todas tus fuerzas, reconociendo tu rebelión a sus mandamientos, y rindiéndote a él de todo corazón. Él te dará el perdón de sus pecados y derramará su amor en ti de tal manera que no habrá espacio para la duda y entonces empezarás a amar a la gente como Dios nos pide.

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