jueves, 29 de abril de 2010

¿Santa Claus o el que Satisface el Alma?

No sé ustedes, pero yo disfruté mucho la ilusión de Santa Claus. Y también, seguramente, como muchos de ustedes, me pregunté cómo le hacía este amigo para entregar los juguetes de todos los niños, y sin que se dieran cuenta. Como cada diciembre, yo hacía mi cartita y la ponía en el árbol esperando fielmente que él la leyera para traerme lo que había pedido. Mal que mal, traía algo parecido o equivalente. Yo estaba contento con el trabajo de este personaje.
No obstante, algo de lo que nunca me llegué a percatar –y ahora es interesante considerar- era que nunca se me ocurría pensar en Santa Claus durante el resto del año. No pensaba en él, no lo extrañaba, ni me ponía nostálgico por no saber de lo qué sería de él, si se encontraba sano o enfermo. Nada. No me importaba; me daba igual si le hubiera pasado algún accidente o si gozaba de buena salud.
Me parece que muchos de nosotros tenemos una relación con Dios similar a la forma en que la mayoría de los niños se relacionan con Santa Claus. La única razón para acercarse a este personaje son los regalos. Ningún niño busca a Santa si no es por el tema de los regalos en Navidad. Es decir, Dios existe para darnos las cosas que necesitamos. Dios existe para resolver nuestros problemas. Casi nunca lo tenemos pendiente, excepto cuando estamos en alguna necesidad:

- Tú, o alguien a quien quieres mucho está enfermo, y le pides a Dios que sane.
- Estás en algún apuro económico y es cuando le pides que te saque de él.
- Tienes que tomar una decisión muy complicada y es cuando oras para pedirle que te ilumine.
- Necesitas comprar o conseguir algo que quieres y ya sabes a quién pedírselo.
- Tienes en frente de ti un gran reto, un posible peligro, o una amenaza y le pides que te evite algún tipo de sufrimiento.

Cuando adoptamos esta forma de vivir, sucede algo increíblemente terrible: Dios se reduce a un mero asistente personal, a un mozo cósmico cuya única tarea es estar al pendiente de nuestras necesidades. Lo buscamos o nos acordamos de él cuando nuestra voluntad se activa y alguien más debe darnos los antojos del corazón.

Y es aquí donde estamos en problemas graves, pues tratar a Dios de esta manera es ofenderlo grandemente. Piensen que ustedes son padres de familia y tienen un hijo a quien quieren mucho, pero que este hijo nunca se les acerca para decirles lo mucho que les quiere, o lo importante que son para él, o para agradecerle por todo lo que hacen por él. Eso sí, cuando quiere algo, no deja de molestarlos una y otra vez hasta que logra de ustedes lo que quiere y ¡hasta la vista! ¿Cómo se sentirían? ¿Pensarían que su hijo les ama? Creo que incluso se llegarían a enojar con él; ¿por qué? Porque la relación padres-hijos no consiste sólo en darles a los hijos lo que necesitan. se trata apenas de una parte de la relación.
O piensen que ustedes están ya muy cerca de la muerte, por alguna enfermedad terminal; se encuentran tristes por estar a punto de dejar este mundo, y de dejar huérfanos a sus hijos. Imagínense que estando en su lecho de muerte, ustedes notan que sus hijos no se han visto tristes, ni preocupados, por lo que ustedes se atreven a preguntarles la razón de esa falta de tristeza. ¿Cómo reaccionarían si les respondieran: “no hay ninguna razón para estar tristes, porque nos vas a dejar la casa, el auto, y el medio millón de pesos que tienes en el banco”?

Ahora bien, esto no quiere decir que Dios no quiere que nunca le pidamos nada; no quiere decir que no le busquemos cuando estemos en necesidad; de hecho, Jesús nos enseñó a orar pidiendo el pan de cada día. También dijo: pedid y se les dará. El problema está cuando el motivo dominante en nuestra relación con él son sus bendiciones.
A través de los escritos de David, Isaías y de Amós, Dios le hace a su pueblo una petición sorprendente:
  • BuscadME y viviréis.
  • Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón
  • Buscad a Jehová mientras puede ser hallado
  • Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra
  • Buscad al que hace las Pléyades y el Orión, vuelve las tinieblas en mañana y hace oscurecer el día como noche; buscad al que llama a las aguas del mar y las derrama sobre la faz de la tierra: Jehová es su nombre.

En otras palabras, nos está diciendo que el centro de nuestra atención en nuestra relación con Dios debería ser Él mismo, no las BENDICIONES que podemos recibir de él –y que él nos da gustosa y abundantemente. Debemos buscarlo a él, buscar su rostro, buscar su gloria, buscar su santidad, buscar su reino, buscar su belleza, buscar su poder, buscar su sabiduría, etc. Él es más importante y más grandioso que todo lo que puede darnos. Dios quiere que le busquemos a Él; que le conozcamos a él; que nos gocemos con él. En pocas palabras, quiere que estemos en comunión con él.
¿Cuál es la recompensa? Veamos lo que dicen los versículos:

  • y viviréis (Amós 5:6)
  • y vivirá vuestro corazón (Salmo 69:32)

Dios nos creó para quedar satisfechos en él; no en sus bendiciones o en las cosas de esta vida. De hecho, como dice el lema del teólogo y pastor bautista John Piper: Dios se glorifica a lo máximo en nosotros cuando nuestra satisfacción máxima se encuentra en él. Mientras más satisfechos vamos quedando en el Señor, más le glorificamos. Esta verdad está ampliamente diseminada en toda la Biblia. La Biblia está llena de versículos que nos muestra la dinámica de la relación que Dios quiere que tengamos con él.

En Juan 6:35 leemos "Jesús les respondió: -- Yo soy el pan de vida. El que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no tendrá sed jamás." Según Piper, la gloria del pan está en que satisface el hambre de la gente. La gloria de un río de agua viva está en que satisface la sed de las personas. Entonces, la mejor manera de honrar a un río es doblar las rodillas, acercarnos a él y beber abundantemente de él. Cuando exclamamos: Aaaaaaaaaahhhhhhhh es cuando lo honramos.
De la misma manera, glorificamos más a Dios cuando experimentamos esa satisfacción en él, y como resultado le servimos y obedecemos con alegría. En realidad, hay poca satisfacción en el deber. No es satisfactorio el mero cumplimiento del deber. No fuimos creados para funcionar así. Dios nos creó para deleitarnos en él y entonces servirle con gozo.
Nuestro problema es que hemos olvidado todo este universo del deleite y la satisfacción en el Señor, y nos hemos enfocado en el mero cumplimiento del deber. Esa es la enseñanza del salmo 37:4: Deléitate en el Señor.
Esta es la razón por la que el salmista pudo decir: "tu misericordia es mejor que la vida" (Salmo 63:3) Si la misericordia es mejor que la vida, entonces es mejor que todas las cosas que puedo encontrar y recibir en este mundo. Entonces, lo que satisface no son las bendiciones de Dios, sino la gloria de Dios, la gloria de su amor, de su justicia, de su bondad y de su verdad. Esta es la razón para que el salmista Asaf exclamara: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre."
Nada en la tierra, ninguno de los buenos dones de Dios en la creación puede satisfacer; sólo Dios, sólo su gloria tiene ese efecto de llenar nuestra vida. A eso mismo se refería David al decir: "Tú eres mi Señor; no hay para mí bien fuera de ti. (Salmo 16:2). Tanto Asaf y David nos enseñan que las bendiciones de la salud, la riqueza y la prosperidad no satisfacen.

Así que tenemos dos peligros por evitar en relación con las bendiciones de Dios: a) Por un lado, no reconocerle sus bendiciones es ingratitud y arrogancia; b)pero por otro, olvidarnos de él por regocijarnos en las bendiciones es idolatría. Sólo la presencia del Señor trae el verdadero gozo: "En tu presencia hay plenitud de gozo: delicias a tu diestra para siempre (Salmo 16:11)
Aprendamos a decir como David: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. (Salmo 42) Ese es el verdadero indicador de nuestro crecimiento espiritual, cuando estamos buscándolo a Él, cuando nuestra alma va quedando más y más satisfecha en él. Cuando vamos viendo las bendiciones de esta vida como meras añadiduras de esta satisfacción, gozo y deleite que encontramos en el Señor.

Imagina que llegaras a perder todas las bendiciones que tienes por ahora: ¿qué te queda? ¿Podrías decirle a Dios que no importa si llegaras a quedarte sin una sola de sus bendiciones que hoy te rodea…
... porque lo tienes a ÉL?
...porque su gracia te basta?
...porque fuera de él nada deseas en esta tierra? (una mejor condición de vida, o una mejor salud, o una persona a tu lado que te ame y aprecie, o un futuro asegurado?

Examina cuáles son los motivos que tienes cuando te acercas a Dios, cuáles son tus intenciones. Tus intenciones revelan el tipo de relación que tienes con alguien. Dios quiere que le busquemos a él, que busquemos hacer su voluntad, que busquemos aquellas cosas que le agradan. La recompensa es clara: "Buscadme y VIVIRÉIS". Una vida plena y gozosa para compartir es lo que recibirás a cambio.

1 comentario:

  1. Es muy cierto. Y lamentablemente tambien es muy cierto que muchas personas buscan o mas bien buscamos a Dios como esa persona que puede "satisfacer nuestras necesidades diarias" y nadamas como eso, pero no como fuente de vida que satisface todo nuestro ser entero.
    También es cierto que muchos predicadores presentan a Dios de esa forma, como cuando te presentan el "metodo milagroso para ganar dinero", te presentan a Dios como el dador y dador y dador y dador de todas tus necesidades (salud, dinero, amor), y quien no quisiera un Dios así, que nos dé todo lo que queramos!!!..es como si nos ofrecieran al genio de la lampara maravillosa.
    Pero como bien comenta usted:"lo que satisface no son las bendiciones de Dios, sino la gloria de Dios, la gloria de su amor, de su justicia, de su bondad y de su verdad."...!!....Busquemos a Dios por lo que és!!...no por lo que dá. Dios quiere que le busquemos a él, que busquemos hacer su voluntad, que busquemos aquellas cosas que le agradan.

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