miércoles, 2 de junio de 2010

Cuando no llega lo que queremos


2 Corintios 12:7-10

Uno de los regalos de Navidad con el que siempre soñé, pero nunca pude tener, fue un trenecito eléctrico. Recuerdo pasarme muchas veces mirando fijamente los comerciales que lo mostraban dando vueltas sobre las rieles. También se me iban los ojos detrás de las vitrinas donde los exhibían en las tiendas en el centro de la ciudad. Conforme fue pasando el tiempo, mi deseo por este juguete fue creciendo hasta el punto de que me dije que cuando ganara mi primer sueldo, sería lo primero que compraría. No sucedió así.

Creo que en el fondo de cada persona existen muchos deseos que no han sido alcanzados. Tal vez se trata de aquella casa, o una carrera que no se pudo terminar, o ese trabajo emocionante, o la educación ideal para los hijos, o una salud envidiable, o algún negocio que no ha llegado a funcionar, o se trata del mejoramiento de las condiciones en el trabajo actual, o el cambio en alguna persona importante como los hijos, padres, esposos, amigos o jefes de trabajo. El problema se complica pues posiblemente nos hicimos muchas ilusiones o nos hemos esforzado ejemplarmente para alcanzarlos; quizá hicimos grandes sacrificios o simplemente nos lo merecíamos por haber sido diligente y simplemente no llegó. Y, al juzgar por la situación actual, parece que no llegará.
La vida está llena de decepciones de este tipo. Es el pan nuestro de cada día. Todos los días experimentamos decepciones o frustraciones por no conseguir aquello que queremos. Y no estamos hablando meramente de cosas materiales. Estamos pensando también en anhelos que son legítimos. Por ejemplo, quizá se trate de alguna lucha interna contra el miedo, la ansiedad, la desesperación. Sea lo que fuere, especialmente cuando se trata de anhelos legítimos, el no obtener lo que tanto anhelamos siempre nos conduce a experimentar un sentido de impotencia y de frustración que nos paraliza o nos desanima en nuestro caminar con el Señor.
¿Cómo debemos responder cuando no llega lo que tanto anhelamos? ¿Cómo evitar vivir en la decepción que experimentamos cuando simplemente NO se nos da lo que tanto queremos?
La Biblia nos ofrece una experiencia similar en la vida del apóstol Pablo. Es raro pensar que el apóstol Pablo tuviera algún anhelo incumplido de su corazón, más cuando se trató de un deseo que podemos considerar totalmente legítimo. Ahí podemos ver cuál debería ser la respuesta a nuestra frustración. Este pasaje nos presenta una poderosa enseñanza que podemos resumir de la siguiente manera: Lo único seguro que siempre recibiremos del Señor es su abundante y suficiente gracia.

1. DIOS SE RESERVA EL DERECHO DE DARNOS AQUELLO QUE LE PEDIMOS (7,8)
Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.

Como en todas las cosas de la vida, reconocemos que Dios es el dador de todo aquello que llega a nosotros. Sin embargo, nos olvidamos muy pronto que Él es el único que tiene la autoridad, tanto para dar, como para restringir sus bendiciones. Dios es el único dueño de todas las cosas, por lo que es el único autorizado para cerrar las ventanas de los cielos y detener las bendiciones que tengan boleto con destino a nuestras vidas, si ese es su propósito. En este pasaje, notamos que Pablo –en sus propias palabras- luchaba contra la incomodidad de un aguijón en la carne, un mensajero de Satanás que lo abofeteaba. Es difícil llegar a una conclusión que agrade a todos respecto del significado exacto de estas palabras; sin embargo, lo único seguro es que se trataba de un conflicto en Pablo que lo condujo a acudir al Señor en oración para pedirle que lo librara. Él mismo dice que se había tratado de varias ocasiones, pero sin la respuesta que él esperaba de parte de Dios. Me imagino aquí al apóstol orando como deberíamos hacerlo los creyentes. No se trataba de oraciones débiles, cortas, con muy poco ánimo. Se trataba de oraciones muy intensas, pidiéndole a Dios con fe, sin dudar, como dice Santiago. Sin embargo, por más que le pidió y pidió, la contestación a su pedido nunca llegó… al menos en la forma en que Pablo quería.
Entonces, no nos desesperemos, pues a pesar de que se trate de anhelos buenos y legítimos, Dios tiene el derecho de decirnos NO a lo que le pedimos. No se trata de orar mayor frecuencia, o de orar con más fe; el asunto central es que Dios es el que tiene la última palabra, y siempre obra según su soberana, pero santa voluntad.
No obstante, eso no quiere decir que jamás obtendremos una respuesta de parte de Dios, sino que a pesar de no obtener lo que queremos, sino que...

2. DIOS SIEMPRE NOS RODEA CON SU GRACIA (9ª)
Y me ha dicho: Bástate mi gracia…

En su sabiduría, Dios podrá negarnos muchas de las cosas que le pidamos; pero hay algo que se nos asegura que jamás dejaremos de tener, y es su gracia, su fidelidad, su misericordia.
Como nos dice esta porción del texto, Pablo no recibió lo que le pidió al Señor; sin embargo, el Señor le aseguró a Pablo algo más importante que su petición: su gracia. Notemos que esta gracia es SUFICIENTE. “Bástate mi gracia”, fue la respuesta en cada una de las peticiones desesperadas de Pablo. En otras palabras, la gracia es suficiente; es todo lo que se necesita de verdad. Es como si Dios le estuviera diciendo al apóstol: “Pablo, la presencia de mi gracia en tu vida es mucho mayor que el anhelo de tu corazón. No te daré lo que me pides, porque lo que yo tengo para ti cubre eso y mucho más”.
Miren por qué la gracia de Dios debía ser suficiente para Pablo. En el vr 7 dice que la razón por la que Dios había enviado esta aflicción en la vida del apóstol era para que él aprendiera a mantenerse humilde ("para que... no me exaltase desmedidamente… para que no me enaltezca sobremanera…) Pablo estaba en pleno entrenamiento, por lo que Dios quería poner a prueba la humildad del apóstol. Pablo vivía en constante tentación de caer en la trampa del orgullo, y en su gracia, Dios lo estaba entrenando para ser humilde ante el Señor y los creyentes.
De la misma manera, en vez de lamentarnos de no tener aquello que tanto queremos, debemos agradercele al Señor que su gracia jamás nos ha abandonado. Ojalá podamos decir junto con el salmista, "Tu misericordia es mejor que la vida." Aprendamos a mirar la gracia de Dios en medio de la carencia, la debilidad o la dificultad, pues tenemos su abundante y suficiente gracia a nuestro alrededor. Finalmente veamos lo que hace esta gracia...

3. DIOS NOS HABILITA CON SU GRACIA PARA ENFRENTAR CUALQUIER CARENCIA (9b-10)
… porque mi poder se perfecciona en la debilidad .Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Esa gracia que Dios nos da ante la carencia NO funciona como un premio de consolación, como cuando le pedías a tu papá que te trajera algún helado de chocolate y en lugar de ello, te traía un pequeño chicle... eso sí, de sabor chocolate. Al contrario, su gracia nos energiza, nos da poder para hacer frente a las situaciones que nos decepcionan. Nuestro Señor nos dice personalmente que su poder se hace más intenso en medio de la debilidad; es decir, cuanto más débiles nos vemos con nuestros propios recursos y medios, es cuando el poder de Dios se hace más evidente en nuestras vidas.
esto lo hemos aprendido en las películas o en las caricaturas. ¿Cuando vemos al el super héroe en todo su esplendor? ¿Cuándo se muestra su poder a su máxima capacidad? Exactamente cuando llega a su punto más débil, cuando parece que se acerca el final. Así quiere Dios que entendamos cómo él interviene en nuestras vidas. A mayor debilidad, mayor poder.
Mucho de nuestro tiempo lo pasamos en ausencia de Dios. Vivimos en nuestras propias fuerzas, en nuestra propia opinión, en nuestra propia experiencia, en nuestra propia inteligencia, en nuestros propios recursos. Y nos olvidamos de Dios. Entonces, Dios en un acto de su gracia, reduce al mínimo sus bendiciones para llevarnos al punto en que sólo alcanzamos a verlo a Él y le clamamos. No es la mejor forma de acercarnos a él, pero Dios la utiliza efectivamente.
Por eso, debemos imitar la reacción de Pablo en estas últimas frases: gloriarse, vivir confiado y seguro en que el poder y la gracia del Señor han de estar con nosotros aunque no lo estén las cosas y las situaciones favorables que le estemos pidiendo. Pablo nos anima a enfrentar con paciencia y con contentamiento cada una de las experiencias adversas que Dios trae a nuestras vidas a fin de que experimentemos más de cerca su PODER Y SU MISERICORDIA.

No lo olvidemos: Lo único seguro que siempre tendremos del Señor será su abundante y suficiente gracia. Ante la carencia o la ausencia de los bienes que le estemos pidiendo a Dios, tenemos dos opciones: a) Hundirnos en el lamento y la frustración, o b)gozarnos al ver su gracia y su poder para sostenernos. La diferencia depende de nuestra decisión de escoger descansar en la sabia provisión de Dios. Él traerá a nuestra vida aquello que le pidas, siempre y cuando sea el momento y esté de acuerdo con el plan perfecto que él tenga para nosotros.
Volvamos a traer a nustras mentes ese anhelo recurrente que hay en nuestro corazón. Aunque nunca llegue, recordemos que tenemos algo mucho mejor: LA GRACIA DE DIOS. Esa gracia que no sólo nos salvó, sino que hoy nos mantendrá firmes para caminar seguros y contentos con lo que tenemos hoy. Esforcémonos en buscar la gracia de Dios en nuestra vida. Siempre llega en abundancia; siempre será suficiente y poderosa para continuar gozosos en esta vida, aun cuando no llegue lo que tanto anhelamos.


Por cierto, ¿alguien querría donar algún trenecito eléctrico usado, pero en buen estado?

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