viernes, 4 de junio de 2010

Pastores e Iglesias: cómo fomentar las buenas relaciones. Parte I

Introducción
“¿Por qué no nos podemos llevar bien?”
Estas fueron las famosas palabras de Rodney King, un taxista afroamericano que fue salvajemente golpeado por unos policías de Los Ángeles en 1991. Sus palabras comunican la misma necesidad que experimentamos todas aquellas personas que vivimos todos los días en medio del contacto con la gente. Se nos hace difícil para los seres humanos, no solamente iniciar, sino desarrollar y mantener relaciones estables, duraderas, sólidas, y en el terreno de la iglesia, relaciones en medio de las cuales Dios pueda extender Su Reino en la Tierra.
Es el pan nuestro de cada día la lucha para llevarnos bien con los demás:
* Nos quejamos de los errores de los demás
* Nos enojamos por la forma irrespetuosa en que nos tratan
* No toleramos la crítica de los otros
* Tenemos envidia por las amistades que tienen otros
* Mentimos con tal de guardar las apariencias
* Tratamos de ganar cada discusión
* Nos alejamos de aquellos que nos han decepcionado
* Queremos controlar las vidas de los demás
* Comprometemos nuestras convicciones con tal de ganar la aprobación de la gente
* Recordamos viejas ofensas para contraatacar
Todos luchamos para salir airosos en nuestro trato con la gente. Todos anhelamos tener buenas relaciones; todos queremos-como decía el cantante brasileño Roberto Carlos- un millón de amigos, pero no sabemos cómo; o si sabemos algo, no hemos sido lo suficientemente exitosos. Nos falta aprender a llevarnos bien con la gente, y más cuando se trata de nuestra relación con el grupo de personas más maravilloso sobre la tierra: la Iglesia de Cristo.
John D. Rockefeller, el famoso magnate millonario, cuando en una ocasión cuando le preguntaron cuál era la cualidad por la que estaba dispuesto a pagar la mayor cantidad de dinero al contratar empleados, dijo sin dudar: “la habilidad de llevarse bien con la gente”.
Los pastores necesitamos aprender, no solamente a llevarnos bien con la gente, sino a entender correctamente esta dinámica de las relaciones personales, para poder guiar, enseñar, exhortar y ser modelo para el pueblo que Dios nos ha encomendado.
¿Cómo podemos llevarnos bien unos con otros, en especial cuando hablamos de la relación entre la grey de Dios y sus pastores? ¿Cómo entender bíblicamente este asunto tan sensible para el pueblo de Dios?
Vamos a dividir esta reflexión en dos partes; la primera consta de lo que podemos denominar una breve teología de las relaciones; la otra consiste en una serie de aplicaciones prácticas de los principios bíblicos por considerar en la primera parte.

I. HACIA UNA TEOLOGÍA BÍBLICA DE LAS RELACIONES PERSONALES
Primero necesitamos ver el panorama bíblico acerca del mundo complicado pero emocionante de las relaciones personales. Veamos tres proposiciones básicas.

A. Dios creó al hombre como reflejo de su naturaleza relacional.
El trino Dios ha existido siempre en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; como bien sabemos, Dios siempre ha vivido como tres personas. Y así continuará por la eternidad. En Génesis 1 vemos al Dios trino crear al ser humano con estas palabras: “Hagamos al hombre conforme a NUESTRA imagen, conforme a NUESTRA semejanza”. Y al mirar la forma de obrar de las personas en la Trinidad, la Biblia nos enseña que éstas viven en perfecta unidad y armonía.
* Juan 14:26 “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho”. El Padre envía al Espíritu Santo para recordarnos las palabras de Cristo.
*Mateo 3:16-17 “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. El Hijo presentándose al mundo, la voz del Padre dando testimonio y el Espíritu Santo presente simbolizado en una paloma.
* 2 Corintios 13:14 “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. En la bendición pastoral, el deseo es que el Dios trino esté con nosotros.
Aún cuando las personas de la Divinidad son de la misma sustancia, poder y eternidad, se pueden distinguir tres personas diferentes que trabajan en armonía perfecta. Dios es en esencia, relacional. Por tanto, nosotros, al ser imágenes suyas, tenemos como identidad fundamental el ser un reflejo fiel de su naturaleza. Dios nos diseñó para vivir en medio de relaciones para reflejar su naturaleza armónica. Nos necesitamos unos a otros, viviendo en sanas relaciones para así manifestar la gloria de Dios.
Y para ayudar a que esa unidad se robustezca, nos fue dado el lenguaje. Así como el lenguaje nos conecta principalmente con Dios, el lenguaje también nos debe servir para conectarnos con el prójimo y así mostrar esa unidad y armonía. Nuestros primeros padres, Adán y Eva disfrutaban de una excelente doble relación: con Dios, y entre ellos mismos. Dios los había creado al hombre con la intención de que al disfrutar de su relación fundamental con Él y con su prójimo le trajera gloria y gozo perfectos. Cuando vivimos en armonía, cuando nos llevamos bien unos con otros, creciendo en unidad, en paz, estamos siendo fieles al llamado que tenemos como criaturas portadoras de la imagen relacional de Dios. Es por ello que los cristianos debemos procurar ser agentes de paz, en cualquier ámbito en el que nos encontremos, siempre y cuando nos sea posible.

IMPLICACIONES PRÁCTICAS:

  • Somos mayordomos de las relaciones que Dios trae a nuestras vidas. Somos responsables directos ante Dios de todo lo que hacemos, pensamos o digamos en relación con la gente. Como pastores, debemos ser ejemplos al tratar a la gente con dignidad y respeto.
  • No debemos aislarnos de los demás. Aún cuando es difícil convivir con la gente, somos llamados a acercarnos a las personas. Vivir en el aislamiento físico o espiritual nunca es la forma más segura para la convivencia. Nuestra vida funciona similarmente a una fogata. De nada sirve que las brazas estén separadas, porque el fuego se debilita. Necesitan estar unidas, alimentándose unas a otras. Como pastores, debemos ser los primeros en buscar a la gente, en estar con ellas, aún cuando sabemos de los riesgos de convivir con personas que al igual que nosotros, son pecadoras.
  • Debemos esforzarnos para vivir en armonía. Así como no existe ningún tipo de conflicto entre las personas de la Trinidad, nosotros, aunque somos un reflejo imperfecto, somos llamados a vivir en unidad y armonía. Ese fue el deseo del señor Jesús en su oración antes de ir a la cruz. Pablo nos exhorta en Romanos 14:19 “… procuremos lo que contribuye a la paz y a la edificación mutua”. Los pastores somos los promotores principales de edificar una comunidad pacífica, armónica y unida, que refleje la gloria de Dios en nosotros.

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